Hace algún tiempo tuve una experiencia inconcebible en la cual se me indicaban ciertos patrones de color y forma que debería seguir cuidadosamente, en mis pinturas, para plasmar en ellas un muy especifico recorrido cromático y formal. Espirales que no comprendía muy bien al principio y retorcidos cuerpos de gusanos en clave alta de color y moviéndose indefinidamente hacia el interior del universo, y la anatomía profunda del hombre. Se trataba, según me dijeron, de una formula antigua y perdida en el tiempo. Esta formula narraba el conjuro de la creación y su continua plasmación operaba sobre la salud integral del ser humano y lo mas increíble, sugería al espectador de tales obras acceder a su propia inmortalidad, pues la contemplación detenida habría inconscientemente